domingo, 16 de diciembre de 2012
Colores en Rosario
domingo, 29 de julio de 2012
Chofer del 112, extraña a sus pasajeros
domingo, 24 de junio de 2012
Familias
domingo, 11 de marzo de 2012
Azul, es el 112 (II)
domingo, 26 de febrero de 2012
Azul, es el 112
Otras historias del 112
Misterios en el 112
Maní en el 112
Con nadie, en el 112
Hambre en el 112
miércoles, 18 de mayo de 2011
Hambre en el 112
jueves, 2 de septiembre de 2010
Con nadie, en el 112
El martes de esta semana tomé el colectivo de la línea 112, a las 21.13 hs., desde el club a mi casa. Cuando subí vi al colectivero masticando algo e inmediatamente pensé qué él podría estar comiendo maníes, así que no me senté muy atrás, sino por el medio, en los asientos de un pasajero, para poder encontrar una respuesta. Y junto a mi asiento, en el piso, vi una cáscara de maní, con mis ojos detectivescos. Pero el chofer, si estaba comiendo algo no eran maníes y no sentí olor a maní, ni ruidos, pero sin dudas, había una presencia allí, que yo no sentí, pero otra persona sí.
Un joven de entre 25 y 30 años, sentado detrás de mí, solo, hablaba por teléfono celular. Yo lo escuchaba claramente, sin interferencias. Al principio no sé de qué habló porque no le presté atención, pero después, sí y transcribo el diálogo, mejor dicho, las respuestas del muchacho, ya que la voz del celular no se escuchaba.
- (tranquilo)… con el vecino.
- …
- (tranquilo) ¿Qué vecino?, no, ningún vecino, con nadie.
- …
- (tranquilo) En el colectivo, en el 112, con nadie.
- …
- …
- (menos tranquilo) Con la gente del colectivo, solo, con nadie.
- …
- (algo alterado) Pero con nadie, ¡pelotuda!
- …
- (algo más alterado) Te digo que con nadie.
- …
- (bien alterado) ¡Con nadie, loca de mierda!
- …
- (tranquilizándose) Pero si te digo que con nadie, es con nadie.
- …
- (tranquilo) Esperá que me entró un mensaje.
- …
- (tranquilo) De un concurso que mandé, ¿te acordás?
- …
- (molesto) Ningún mensaje de nadie, es del concurso.
- …
- (molesto) Pero con nadie.
- …
- (molesto) A mi casa.
- (molesto) Con nadie, son bolsas.
- …
- (molesto) Comida, fideos, azúcar, harina, comida.
- …
- (medio alterado) Comida, ¿no entendés? Comida.
- (tranquilizándose) Y también un bizcochuelo, dulce de leche, crema, grande para que sobre. Leche y huevos tengo en casa.
- …
- (cansado) Con nadie te digo, Daiana, con nadie, no empecés.
- …
- …
- …
- (molesto) Con nadie, Daiana, con nadie, solo, fui al super y me voy a casa.
- …
- (más molesto) Con nadie, Daiana, no me rompás la cabeza, con nadie.
¿Novia celosa?, ¿presencia fantasmagórica? ¿quién lo puede saber?
Como en ese momento no intervení, era imposible que lo hiciera, te lo digo ahora, Daiana, si estás leyendo este blog: tu novio estaba solo, con nadie, bien solo. Pudo haber sido el fantasma del 112, pero yo no escuché nada.
jueves, 26 de agosto de 2010
Maní en el 112

viernes, 30 de julio de 2010
Misterios en el 112
Mi estómago no me dejaba pensar, reclamaba la ingesta de eso, de eso rico, de eso, lo que fuera. Yo trataba de pensar, para saber qué era, creo que decidí que era maní, y mi estómago se enteró y me reclamó el maní. Traté de razonar con el estómago, diciéndole mentalmente que pronto llegaríamos a casa y le daría de comer, pero fingió no oírme y me siguió molestando como gato con hambre. No digo que maullara, pero sí me molestaba insistentemente, como un gato.
Antes de bajarme miré el asiento de atrás y vi una mujer, de unos cincuenta años o más, que sostenía su cartera con las dos manos y miraba hacia adelante. Pensé que el ruido y el aroma pertenecían a mi imaginación, o a la imaginación de mi estómago desesperado por apenas tres horas y media de ayuno.
Ayer jueves, a la misma hora y en el mismo colectivo me senté en el mismo asiento. No sé si ya había alguien sentado atrás o se sentó después, no me fijé, pero en un momento comencé a sentir el mismo aroma y los mismos ruiditos. Ahí lo paré al estómago antes de que se entusiasmara y no me molestó, me di cuenta de que es como los perros, hay que pararlo antes de que avance. Y pensé: ¿era maní?, ¿sonaba como la cáscara de maní?, ¿olía a maní?, ¿no era girasol?, ¿ese ruido no era girasol entre los dientes?, ¿y si era pororó?, ¿no podía ser pororó?
Cuando me bajé algo crugió bajo mi zapatilla, la levanté y miré, eran cáscaras de maní en el piso del colectivo. Miré a la mujer, que sujetando su cartera, miraba al frente, inocentemente.
viernes, 14 de diciembre de 2007
El colectivo misterioso

Ascendimos y me paré en un lugar vacío, junto a un asiento. A pesar de que había mucha gente nadie había elegido pararse ahí. No soy muy alta y prefiero sostenerme de un asiento, antes que hacerlo del pasamano superior.
Miré por la ventanilla la ciudad que se movía. Sólo después observé al pasajero que ocupaba el asiento. Era pelado y una cicatriz le cruzaba la cara. Noté, no sin alarma, que en todos sus rasgos se parecía a Freddy Krueger. Me dije que no podía ser y lo miré nuevamente, sí, el parecido era asombroso.
Supongo que fue por el pasajero Krueger que no advertí lo más notable: un grupo grande de hinchas de Rosario Central, con camisetas, gorros y banderas, cantando, nos iba a acompañar en nuestro viaje. Yo me puse un poco nerviosa. No me gustaba la idea de viajar en compañía de la barrabrava. Sí, sabía que no me iban a atacar si yo no les hacía nada, si los ignoraba o si los miraba con simpatía, compartiendo el fervor por el mismo equipo.
Todo eso me causaba mucha inquietud, ¡en un mismo colectivo con Freddy Krueger y la barrabrava de Central! El nerviosismo me impedía concentrarme en nada más que en ellos, pero, a pesar de todo, llegué a oír a una señora que preguntó:
— Chofer, ¿va hasta la curva de la muerte?
No me interesó tu explicación sobre la denominada “curva de la muerte”. No quise escuchar más. Resistí lo mejor que pude el viaje, y respiré cuando nos bajamos sanos y salvos.
Desde ese día no subo más a los colectivos llenos. En esta ciudad uno no sabe con quiénes se puede encontrar.